Cualquier cambio que experimentamos en nuestra vida, adaptarnos a él, supone una respuesta de estrés. Ya sean cambios de trabajo, de horario, de lugar, cambios familiares, personales, de hábitos. Si los cambios son continuados y se perciben como una exigencia a la que creemos no poder hacer frente, el estrés comienza a producir sintomatología con repercusiones fisiológicas, psicológicas y de comportamiento. Cansancio, dolores musculares, problemas de memoria y atención, se olvidan cosas, cambios de humor, irritabilidad, ansiedad, alteraciones del sueño y de la alimentación, pudiendo convertirse en un problema que requiera de técnicas de afrontamiento al estrés para identificar los agentes estresores y controlar la respuesta.
El duelo, la pérdida de un ser querido, es un ejemplo de situación de estrés que puede requerir tratamiento.