Los niños sienten celos cuando creen que pierden el cariño que ya tenían de alguien, e incluso su atención. A menudo son desproporcionados y afectan a su vida diaria, a su autoestima o a su rendimiento escolar. Sirva como ejemplo la llegada de un hermano y la reestructuración que ha de hacer toda la familia. Conductas como desobedecer, llamar la atención, volverse introvertido, llorar, pegar, cambiar el ritmo del sueño, volverse a hacer pis, volver a tener que darle de comer una vez establecida la autonomía, pueden ser indicativos de que el niño sufre celos. A diferencia de la envidia, en la que el niño quiere lo que tiene otro pero no siente que ha perdido cariño ni atención.